REGNUM MARIAE

REGNUM MARIAE
COR JESU ADVENIAT REGNUM TUUM, ADVENIAT PER MARIAM! "La Inmaculada debe conquistar el mundo entero y cada individuo, así podrá llevar todo de nuevo a Dios. Es por esto que es tan importante reconocerla por quien Ella es y someternos por completo a Ella y a su reinado, el cual es todo bondad. Tenemos que ganar el universo y cada individuo ahora y en el futuro, hasta el fin de los tiempos, para la Inmaculada y a través de Ella para el Sagrado Corazón de Jesús. Por eso nuestro ideal debe ser: influenciar todo nuestro alrededor para ganar almas para la Inmaculada, para que Ella reine en todos los corazones que viven y los que vivirán en el futuro. Para esta misión debemos consagrarnos a la Inmaculada sin límites ni reservas." (San Maximiliano María Kolbe)

jueves, 24 de diciembre de 2015

DEUS DÓMINUS, ET ILLUXIT NOBIS

"Dios es el Señor, que ha hecho brillar su Luz sobre nosotros"
 (Salmo 117)

jueves, 10 de diciembre de 2015

REPARACIÓN, DESAGRAVIO, COMPENSACIÓN

En todas las apariciones modernas del Señor o de la Virgen María, aparece la noción de la necesidad de la ‘reparación’.
Se pide allí una ‘compensación’ por el pecado del mundo; pues el pecado es siempre una agresión y un atropello contra Dios. Dios, sin embargo, demuestra ciertamente estar dispuesto a perdonar o a diferir su justicia contra sus agresores, si encuentra en algunos, esa disposición de compensar esa deuda con oraciones, sacrificios y docilidad a Su voluntad.

La idea es perfectamente teológica, y se basa en toda la tradición bíblica del Pueblo de Dios. Cristo, máximo ejemplo de ‘reparador’, vino a la tierra para ‘satisfacer’ por los pecadores, ‘reparando’ con su obediencia total hasta la muerte y muerte de cruz, la desobediencia de Adán y sus descendientes. Él entregó a Dios Padre todo el amor filial y respeto, que ‘compensó’ el desamor y la rebeldía del reato de sus hijos.
La Santa Misa, donde Jesús se ofrece como víctima al Padre, es el mayor acto de desagravio que se puede ofrecer a Dios.

Esa compensación, reparación o desagravio, tiene como finalidad también apartar el castigo merecido por la ofensa hecha a un Padre tan bueno, grande y maravilloso, como lo es Dios. Dios es todo misericordia pero también es justo. Además, como Padre, tiene el deber de enseñar y corregir. La corrección es siempre un castigo amoroso que pretende el regreso, la enmienda y el cambio de sus hijos e hijas ingratos.



Todo cambio o conversión exige desagravio. Es indispensable conocer a fondo, con qué medios o formas se puede desagraviar, reparar o compensar. No es otra cosa que al ‘amor de Dios Padre’, va el ‘amor de nosotros sus hijos’, como el dulce y simple cariño de un hijo bueno.  Cuando hablamos de ‘reparación, no se trata de aplacar la ira de un monstruoso dios pagano, o de un fetiche animista; se trata de un Padre que todo lo merece de parte de sus hijos; se trata de un Dios Padre que parece mendigar el consuelo de unos pocos corazones sencillos y dóciles, a cambio de la ingratitud de otros muchos.

Pero justamente, porque la reparación es cubrir una deuda de amor, exige un costo. Toda indemnización es una penalización. Toda deuda de amor se paga con sufrimiento. Por eso, en estas devociones reparadoras se habla continuamente de ‘ofrecer sacrificios’, ‘aceptar las penas’, sobrellevar adversidades y dolores’ etc.
¡Y más, teniendo en cuenta la dignidad de la Persona ofendida, en este caso Dios mismo!.
Al pedir ‘reparación’ sufriente, Dios nos enseña paternalmente quién es Él, nos acerca a su verdadera imagen, imagen divina la suya que está siempre amenazada (tergiversada) por nuestra condición humana. A Dios no Le vemos ni tenemos otra forma habitual de comprenderle, sino a través de la fe luminosamente enseñada por nuestra Madre la Iglesia que Cristo fundara. Sobre la roca de Cristo, dentro de la barca de la Iglesia, nuestra religiosidad tiene un fundamento y nuestra piedad, certeza.

Entre las devociones más recomendadas y recomendables, por su fuerza reparadora y de desagravio, se encuentran las prácticas de los ‘nueve primeros viernes de mes’-
(Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque)-, y la de los ‘cinco primeros sábados de mes’ (Sor Lucía de Fátima).
Esta última práctica es dedicada al Corazón Inmaculado de María.
Frente a tantas ofensas, blasfemias y calumnias contra el Corazón Inmaculado de María, practica dicha devoción; hazla conocer y vuélvete tú un alma dispuesta a reparar con tu amor, sufrimiento y oración, el Amor ofendido en el Corazón de Jesús y en el Inmaculado Corazón de María.
(Fuente:conocereisdeverdad.org)

90 ANIVERSARIO DE LA GRAN PROMESA

EL 10 DE DICIEMBRE DE 1925 EN LA CIUDAD DE PONTEVEDRA
El 10 de diciembre de 1925, la Santísima Virgen se le apareció a Lucía de Fátima, y a su lado, suspenso en una nube luminosa, estaba el Niño Jesús. La Santísima Virgen puso su mano en el hombro de Lucía y, mientras lo hacía, le mostró un Corazón rodeado de espinas que ella tenía en la otra mano. Al mismo tiempo, el Niño Jesús le dijo:
"Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre, que está cubierto de espinas, que los hombres ingratos en cada momento le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para quitárselas".
Luego la Santísima Virgen le dijo:
"Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas, que los hombres ingratos en cada momento le clavan, con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, haz por consolarme, y dí que a todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen cinco decenas del Rosario y me hagan quince minutos de compañía meditando sobre los quince misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación".

martes, 8 de diciembre de 2015

CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN,REINA Y MADRE INMACULADA

CONSAGRACIÓN DE LA FRATERNIDAD A SANTA MARÍA VIRGEN REINA
  Te saludamos, oh María, sin pecado concebida, Madre de Dios, Reina y  Madre nuestra.
  Somos tus hijos, rescatados por la Sangre de Jesús, peregrinos y militantes por los caminos del mundo entre gozos y tristezas, angustias y esperanzas. Desde el trono de la gloria regálanos tu mirada maternal de misericordia y de consuelo.
   En este día, Soberana Madre nuestra, nos consagramos cada uno de nosotros a tu Inmaculado Corazón, consagrándote también, en calidad de hijos esclavos de amor tuyos, la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina con todos sus miembros y colaboradores, sus bienhechores y sus obras. Somos enteramente tuyos, oh Reina y Madre nuestra, y cuanto tenemos tuyo es.
Reina en nuestras almas haciéndonos humildes y sencillos como Tú. Fortalece nuestra fe, aumenta  nuestra esperanza en las promesas de Jesús y aviva en nosotros el fuego del Amor de Dios. Vive Tú en cada uno de nosotros y dígnate servirte de nuestras humildes personas y obras apostólicas para dilatar tu reinado maternal hasta los confines de la tierra.
   Venga tu reinado de amor sobre las familias que las transforme en santuarios de la vida, de la piedad y de la entrega. Líbralas de tantas amenazas de muerte como se ciernen sobre ellas.
   Llegue tu reinado a los corazones de la infancia y de la juventud. ¡Sí, venga a ellos tu reino! Tuyos son y que siempre permanezcan tuyos.
   Reina en la Iglesia de Jesús, tu Iglesia, de la que eres Madre y Maestra y que hoy navega entre tempestades y amenazas de asalto a la Roca. Venga a ella tu reinado de unidad.
   Señora y Reina del mundo protege a los pueblos del monstruo de la guerra que siega las vidas de los inocentes, líbralos del hambre, instaurando tu reino de caridad en las almas. Defiéndelos de la injusticia y la explotación. No dejes al mundo caer en la tentación de despreciar la vida humana.
   Atrae hacia Cristo a todos los pueblos y naciones de la tierra, liberándolos de la esclavitud del pecado y de las tinieblas del error.
  Venga a nosotros tu Reino, oh María, nuevo adviento para la llegada de Cristo, Príncipe de la Paz y Rey de los cielos y de la tierra. Amén.

TRIDUO DE LA INMACULADA (III)

Por la señal...
Señor mío Jesucristo...

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios te salve, María, llena de gracia y bendita más que todas las mujeres, Virgen singular, Virgen soberana y perfecta, elegida por Madre de Dios y preservada por ello de toda culpa desde el primer instante de tu Concepción: así como por Eva nos vino la muerte, así nos viene la vida por ti, que por la gracia de Dios has sido elegida para ser Madre del nuevo pueblo que Jesucristo ha formado con su sangre.
A ti, purísima Madre, restauradora del caído linaje de Adán y Eva, venimos confiados y suplicantes, para rogarte que nos concedas la gracia de ser verdaderos hijos tuyos y de tu Hijo Jesucristo, libres de toda mancha de pecado.
Acordaos, Virgen Santísima, que habéis sido hecha Madre de Dios, no sólo para vuestra dignidad y gloría, sino también para salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Acordaos que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro, haya sido desamparado. No me dejéis, pues, a mi tampoco, porque si me dejáis me perderé; que yo tampoco quiero dejaros a vos, antes bien, cada día quiero crecer más en vuestra verdadera devoción.
Y alcanzadme principalmente estas tres gracias: la primera, no cometer jamás pecado mortal; la segunda, un grande aprecio de la virtud cristiana, y la tercera, una buena muerte. Además, dadme la gracia particular que os pido (hacer aquí la petición que se desea obtener).
REFLEXIÓN
LA SANTIDAD DE MARÍA
Hasta ahora hemos considerado, sobre todo, la ausencia de pecado en la Santísima Virgen. Veremos en seguida: 1º) la ausencia de pecado actual y, 2º) la plenitud de gracia santificante, tan perfecta y abundante, como convenía a la dignidad de la Madre de Dios; que es por ello, superior en santidad a los ángeles y a los bienaventurados en el Cielo.
El Papa Pío IX dice: "María (…) manifiesta tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios" (Bula Ineffabilis Deus: DZ. 1641). Y así, la Iglesia exclama con gozo: "Más que tú, sólo Dios".
Exenta de toda falta actual, incluso venial
Como consecuencia de la radical ausencia de pecado hay que negar en María aún la menor imperfección moral.
En Ella nunca existió movimiento alguno desordenado de la concupiscencia: siempre tuvo la perfecta subordinación de la sensibilidad a la inteligencia y a la voluntad, y éstas a Dios. Sus juicios fueron siempre rectos y su voluntad estuvo siempre en el bien verdadero. Por ello se le llama: Trono de la Sabiduría, Reina de los Doctores, Virgen Prudentísima, Madre del Buen Consejo, Madre del Amor Hermoso, Virgen Castísima …
El Concilio de Trento enseña que el justo puede evitar cada uno de los pecados veniales en particular, pero no puede evitarlos en su conjunto, a no ser por un privilegio como del que gozó la Virgen María (cfr. DZ. 833).
En el caso de Santa María la impecabilidad es debida por los siguientes motivos:
1°) Tener un altísimo grado de gracia habitual y de caridad, que inclina con mucha fuerza al alma hacia el amor de Dios, apartándola del pecado;
2°) La confirmación en gracia, que se realiza en la tierra mediante un gran aumento de caridad, acompañado de gracias actuales eficaces que de hecho preservan del pecado y conducen a actos libres y meritorios;
3°) Una asistencia especial de la Providencia, que preservaba todas sus facultades de una posible desviación moral.
Dice Santo Tomás: "A los que Dios elige para una misión determinada, los prepara y dispone convenientemente… Si María fue elegida para ser la Madre del Verbo… no sería idó nea si hubiera pecado alguna vez aunque fuera levemente" (S. Th. III, q.27, a.4) y esto por tres razones:
1ª) Porque el honor de los padres redunda en los hijos, luego, por contraste y oposición, la ignominia de la Madre hubiera redundado en el Hijo;
2ª) Por su especialísima afinidad con Cristo, quien de Ella recibió su carne purísima;
3ª) Porque el Hijo de Dios, que es la Sabiduría divina, habitó en María… y dice la Escritura: "en el alma maliciosa no entrará la sabiduría, ni morará en un cuerpo esclavo del pecado"(Sab. 1.4).
La plenitud de gracia en María
Leemos en la Sagrada Escritura que el Arcángel Gabriel la saluda diciendo: "Dios te salve, llena eres de gracia" (Lc. 1,28). Estas palabras manifiestan con toda claridad la santidad completa del alma de María, en virtud de que son irreconciliables el pecado y la gracia, como lo son la luz y las tinieblas. Hemos visto en el número anterior que la Virgen Santísima además de no haber contraído el pecado original, tampoco tuvo durante su vida falta alguna incluso venial; por tanto, si en el alma se da la ausencia total de pecado, debe haber en ella la presencia total de gracia, como dice explícita mente la Escritura con las palabras del Arcángel.
"Dios te salve, llena de gracia. Y en verdad que es llena de gracia, porque a los demás se da con medida, pero en María se derramó al mismo tiempo toda la plenitud de la gracia. Verdaderamente es llena de gracia aquella por la cual toda criatura fue inundada con la lluvia abundante del Espíritu Santo" (San Jerónimo, Sermón sobre la Asunción de la Virgen).
"No temas, María, porque hallaste gracia a los ojos de Dios ¿Cuánta gracia? Una gracia llena, una gracia singular ( … ). Es tan singular como general, pues tú sola recibes más gracia que todas las demás criaturas. Es singular, por cuanto tú sola hallaste esta plenitud; es general, porque de esa plenitud reciben todos" (San Bernardo, Homilía en la Asunción, 3).
Por otra parte, debemos tener presente que la gracia de María, como toda gracia, es una participación misteriosa en el hombre de la naturaleza divina (cfr. 2 Pe. 1,4). Por esta razón, dicha gracia, es una realidad creada y distinta de la Gracia increada que es Dios mismo. Además, al decir plenitud de gracia se afirma que Santa María, a lo largo de su vida y en cada momento de ella, estuvo siempre llena de gracia, la cual, no obstante, aumentó continuamente debido al mérito de sus obras.
El aumento de gracia en María
Santa María, siempre llena y siempre en crecimiento, rebosa de la gracia que en cada momento de su vida terrena le permite tener y se le aumenta y crece su capacidad de recibir mas gracia y más mérito por sus actos libres; por su fiat continuado y actual en todo momento de su existencia. Ahora en el cielo goza de modo consumando de la gloria que mere ció por sus méritos en la tierra (cfr. S.Th.,III, q.27, a.5, ad 2 y ad 3).
La Iglesia nos enseña que la gracia puede aumentar de tres modos: por las buenas obras (ex opere operantis), por la recepción de los Sacramentos (ex opere operato), y por la oración. En el caso de Santa María, el aumento de gracia se dio también por estos tres modos.
* (Las buenas obras) Si la calidad de las obras se mide por la calidad del objeto al que tienden y por las disposiciones subjetivas del sujeto que las realiza, en María el objeto de sus obras fue siempre Dios, al que se alcanza por las virtudes teologales que Ella poseía en grado máximo; del mismo modo sus disposiciones subjetivas eran de adhesión constante e incondicional a la voluntad de Dios. Luego, las obras de María le obtuvieron un aumento de gracia y en mayor grado que a cualquier hombre.
* (Los Sacramentos) La Penitencia nunca la necesitó; el Orden esta reservado a los varones; el Matrimonio se celebró según el rito de la Antigua Ley; la Unción de los Enfermos no la necesitó; la Confirmación no la necesitó, pues recibió en forma plena sus efectos el día de Pentecostés; el Bautismo tampoco lo necesitó por el privilegio de su concepción inmaculada; luego sólo queda la Eucaristía y es doctrina común que Ella la recibió.
* (La oración) La eficacia de la oración depende de tres cosas: la humildad, confianza y perseverancia con que se pide. En María estas tres cualidades se dieron en grado supremo, lue­go, su oración era sumamente eficaz.
(Fuente: encuentra.com)
ORACIONES FINALES
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen sagrada María, te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Rezar tres Avemarías.
Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios, anunció alegría al universo mundo.
ORACIÓN. Oh Dios mío, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen, preparaste digna habitación a tu Hijo: te rogamos que, así como por la previsión de la muerte de tu Hijo libraste a ella de toda mancha, así a nosotros nos concedas por su intercesión llegar a ti limpios de pecado. Por el mismo Señor nuestro Jesucristo. Amén.

lunes, 7 de diciembre de 2015

TRIDUO DE LA INMACULADA (II)

Por la señal...
Señor mío Jesucristo...

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios te salve, María, llena de gracia y bendita más que todas las mujeres, Virgen singular, Virgen soberana y perfecta, elegida por Madre de Dios y preservada por ello de toda culpa desde el primer instante de tu Concepción: así como por Eva nos vino la muerte, así nos viene la vida por ti, que por la gracia de Dios has sido elegida para ser Madre del nuevo pueblo que Jesucristo ha formado con su sangre.
A ti, purísima Madre, restauradora del caído linaje de Adán y Eva, venimos confiados y suplicantes, para rogarte que nos concedas la gracia de ser verdaderos hijos tuyos y de tu Hijo Jesucristo, libres de toda mancha de pecado.
Acordaos, Virgen Santísima, que habéis sido hecha Madre de Dios, no sólo para vuestra dignidad y gloría, sino también para salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Acordaos que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro, haya sido desamparado. No me dejéis, pues, a mi tampoco, porque si me dejáis me perderé; que yo tampoco quiero dejaros a vos, antes bien, cada día quiero crecer más en vuestra verdadera devoción.
Y alcanzadme principalmente estas tres gracias: la primera, no cometer jamás pecado mortal; la segunda, un grande aprecio de la virtud cristiana, y la tercera, una buena muerte. Además, dadme la gracia particular que os pido (hacer aquí la petición que se desea obtener).
REFLEXIÓN
LA SAGRADA ESCRITURA
Génesis 3,15: «Establezco enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, Él te aplastará la cabeza, y tú le acecharás el calcañar".
El libro del Génesis expresa la enemistad de Cristo Redentor, y la de María su Madre, contra el diablo. Esta enemistad dará lugar a una batalla que va a concluir, al final, con el triunfo total de parte de Cristo y, con Él, también por parte de María.
Cristo Redentor, con su Muerte y Resurrección, consiguió una victoria absoluta sobre el pecado. Este triunfo en los redimidos empieza con María por su Inmaculada Concepción y, luego, Ella, por Cristo y con Cristo, vence al diablo que por el pecado tiene el dominio sobre los hombres.
Lucas 1,28: "Dios te salve, llena de gracia".
Con estas palabras se expresa la ausencia de pecado en el alma de María y la plenitud de santidad, al estar llena de gracia.
Las complacencias del Padre celestial se manifiestan en estas palabras de la Escritura: "Toda hermosa eres, amada mía, no hay defecto alguno en tí" (Cant. 4.7).
Lucas 1,42: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".
Palabras dichas por Santa Isabel, movida por el Espíritu Santo, que sugieren que la bendición de Dios sobre María la .libra de todo pecado desde el comienzo de su existencia.
LA SAGRADA TRADICIÓN
San Justino, Tertuliano, San Ireneo, etc. contraponen a Eva y a María; la una como causa de muerte, la otra como causa de vida y de salvación: Eva cerró las puertas del paraíso, María abrió las puertas del cielo.
San Efrén dice: "No existe en ti (en Cristo) ninguna falta y ninguna mancha en tu Madre. Los demás hijos de Dios no se acercan en modo alguno a esta belleza".
Desde el siglo IV, se comienza a hablar de un paralelismo entre Cristo y María, frente a Adán y Eva, que pone de manifiesto el análogo nivel de santidad de Jesús y de su Madre, en virtud de la función redentora a la que la Virgen María está íntimamente asociada como Madre del Redentor. Y en ese mismo siglo, San Ambrosio y otros Santos Padres ya comienzan a llamarla Purísima.
En el siglo VI, en el Misal gótico?galicano, en el prefacio de la fiesta de la Asunción, se dice: "María, ni sufrió herencia de pecado, ni corrupción en el sepulcro, libre de mancha, gloriosa en su generación…".
Desde el siglo VII se celebra en Oriente la fiesta de la Concepción.
El Concilio de Letrán (año 649) llama a María inmaculada (cfr. DZ. 256). Sixto IV, en el siglo XV, concedió indulgencias a la festividad de la Inmaculada y prohibió las mutuas censuras que se hacían entre sí los teólogos (cfr. DZ. 734).
El Concilio de Trento, al hablar del pecado original, excluye a la Santísima Virgen (cfr. DZ. 792). En 1567, Bayo es condenado por enseñar lo contrario (cfr. DZ. 1073) y en 1661 el Papa Alejandro VII afirma el privilegio diciendo que casi todos los católicos lo admiten aunque no haya sido definido como Dogma (cfr. DZ. 1100).
Hay que decir también que muchas universidades pontificias exigían hacer juramento de defender dicho privilegio como condición para acceder a los grados académicos: París, Colonia, Maguncia, Viena, Salamanca, Toledo, etc.
(Fuente: encuentra.com)
ORACIONES FINALES
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen sagrada María, te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Rezar tres Avemarías.
Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios, anunció alegría al universo mundo.
ORACIÓN. Oh Dios mío, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen, preparaste digna habitación a tu Hijo: te rogamos que, así como por la previsión de la muerte de tu Hijo libraste a ella de toda mancha, así a nosotros nos concedas por su intercesión llegar a ti limpios de pecado. Por el mismo Señor nuestro Jesucristo. Amén.

domingo, 6 de diciembre de 2015

TRIDUO A LA INMACULADA


Por la señal...
Señor mío Jesucristo...

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios te salve, María, llena de gracia y bendita más que todas las mujeres, Virgen singular, Virgen soberana y perfecta, elegida por Madre de Dios y preservada por ello de toda culpa desde el primer instante de tu Concepción: así como por Eva nos vino la muerte, así nos viene la vida por ti, que por la gracia de Dios has sido elegida para ser Madre del nuevo pueblo que Jesucristo ha formado con su sangre.
A ti, purísima Madre, restauradora del caído linaje de Adán y Eva, venimos confiados y suplicantes, para rogarte que nos concedas la gracia de ser verdaderos hijos tuyos y de tu Hijo Jesucristo, libres de toda mancha de pecado.
Acordaos, Virgen Santísima, que habéis sido hecha Madre de Dios, no sólo para vuestra dignidad y gloría, sino también para salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Acordaos que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro, haya sido desamparado. No me dejéis, pues, a mi tampoco, porque si me dejáis me perderé; que yo tampoco quiero dejaros a vos, antes bien, cada día quiero crecer más en vuestra verdadera devoción.

Y alcanzadme principalmente estas tres gracias: la primera, no cometer jamás pecado mortal; la segunda, un grande aprecio de la virtud cristiana, y la tercera, una buena muerte. Además, dadme la gracia particular que os pido (hacer aquí la petición que se desea obtener).
REFLEXIÓN
La Santísima Virgen María, en razón de su dignidad de Madre de Dios, fue, desde el primer instante de su concepción, preservada de toda mancha del pecado original. Esto supone en María ausencia de pecado, presencia de la gracia santificante, virtudes y dones y, ausencia de inclinación al mal. Por eso también se le llama Inmaculada.
LA DEFINICION DOGMÁTICA
El Papa Pío IX, en la Bula Ineffabilis Deus, del 8 de diciembre de 1854 definió solemnemente el dogma de la Inmaculada concepción de María con estas palabras:
"Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles" (Dz. 1641).
EXPLICACIÓN DEL CONTENIDO DEL DOGMA
Repasemos cada una de las proposiciones de la definición.
El primer instante de la concepción de María
En la concepción de María, engendrada por sus padres, hay que distinguir la concepción activa, es decir la acción de engendrar por parte de San Joaquín y de Santa Ana, y la concepción pasiva, o sea, el resultado de la acción de engendrar o el ser mismo de María, fruto de esa acción. El dogma se refiere a la concepción pasiva, enseñando que desde el primer instante en que es constituida como persona, lo es sin mancha alguna de pecado.
Contrariamente a lo que afirmaban algunos teólogos en épocas pasadas, para salvar la universalidad del pecado original, que habiendo contraído el pecado estuvo sometida a él por un instante, para ser luego inmediatamente después santificada por Dios en el seno de su madre.
Inmune de toda mancha de culpa original
Es dogma de fe que el pecado original se transmite a todos los hombres por generación natural, de tal modo que todos son concebidos en pecado (cfr. Conc. de Trento: DZ 791). Ahora bien, como María fue inmune de la culpa, al ser concebida sin pecado, no tuvo esa culpa y, por ello, tampoco tenía las consecuencias de esa falta. Esto supone tres cosas: 1ª) la ausencia de toda mancha de pecado; 2ª) la presencia de la gracia santificante con las virtudes infusas y dones del Espíritu Santo y, 3a) la ausencia de inclinación al mal. Esta mala inclinación es llamada Fomes peccati.
Estos tres puntos se dieron en María:
1º) Ausencia de cualquier mancha de pecado. Ella fue inmune p al reato de la culpa y de la pena debidas al pecado original, en virtud de que nunca tuvo ese pecado;
2º) Llena de gracia santificante. Por lo anterior, al no tener pecado, el alma de María estuvo llena de la gracia santificante, desde el primer instante de su ser, y poseía las virtudes infusas y los dones que acompañan ese estado de santidad;
3º) Ausencia de la inclinación al mal. El pecado, que consiste en la aversión a Dios y en el amor desordenado a las criaturas provoca la inclinación al mal. En María esto no se dio, puesto que jamás tuvo pecado alguno.
Por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente
La "Purísima Concepción" es un privilegio y don gratuito concedido sólo a la Virgen y no a ninguna otra criatura, en atención a que había sido predestinada para ser la Madre de Dios. Es un favor especial y extraordinario, ya que, según la ley, por su concepción dentro de la familia humana debería, haber incurrido en la contracción del pecado original para, luego, ser liberada como los demás hombres; pero esto no ocurrió, pues en Ella se realizó de modo distinto, como veremos a continuación.
En previsión de los méritos de Cristo Jesús Salvador
Se dice en previsión de los méritos de Cristo porque a María la Redención se aplicó antes de la muerte del Señor. En cambio los justos del Antiguo Testamento esperaron el momento en que bajó al seno de Abraham luego de morir en la Cruz.
Además, se añade "por los méritos de Cristo" dado que la redención de la Virgen tuvo como causa meritoria la Pasión del Señor. En efecto, como Cristo es el único Mediador y Redentor universal del género humano, María como descendiente de Adán, recibe igual que todos los hombres la salvación de Cristo, el único Salvador.
Preservada de la culpa original
Estamos aquí en el núcleo del dogma que indica la forma en que Dios tuvo a bien aplicar a María la Redención, y que se explica mediante ese concepto clave hallado por la teología en el siglo XIV.
Los antiinmaculistas se oponían a la doctrina de la concepción inmaculada de María debido a que ?decían? si la Redención de Cristo fue universal, por cuanto que todos habían pecado, luego todos debían ser redimidos. Si esto era así, no se veía el modo cómo alguien pudiera ser redimido sin haber contraído el pecado.
Juan Duns Scoto (1308), teólogo franciscano, introduce el término pre?redención y con ello consigue armonizar la verdad de que María se viera libre del pecado original, con la necesidad que también Ella tenía de redención.
Hemos dicho que el pecado afectó a todo el género humano y, también, que la Redención fue universal; por tanto, en el caso de María, Ella también tenía necesidad de ser res catada del pecado. Pero, en Ella esto se hizo no mediante una redención liberadora del pecado original ya contraído, sino mediante una redención preservante. Es decir, la primera se aplica a todos los hombres que primero incurren en el pecado y luego son limpiados con el lavado de la regeneración bautismal; la segunda se aplicó a María que, por ser descendiente de Adán, debía incurrir en la mancha hereditaria, y de hecho la hubiera contraído si Dios no la hubiera preservado de la culpa original.
Así por ejemplo, se dice que en el orden humano aquel que preserva de un golpe mortal es salvador en mayor medida que si solamente hubiera curado las heridas de aquel golpe mortal. Esto es lo que ocurrió con María: Dios la preservó de contraer el pecado, realmente la libró del pecado, pero Ella no lo contrajo en ningún momento. Así pues, la preservación es el modo más perfecto de redención, y por ello se dice que María fue redimida por Dios de una manera más sublime que los demás hombres.
( Fuente: Encuentra.com)
ORACIONES FINALES
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen sagrada María, te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Rezar tres Avemarías.
Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios, anunció alegría al universo mundo.
ORACIÓN. Oh Dios mío, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen, preparaste digna habitación a tu Hijo: te rogamos que, así como por la previsión de la muerte de tu Hijo libraste a ella de toda mancha, así a nosotros nos concedas por su intercesión llegar a ti limpios de pecado. Por el mismo Señor nuestro Jesucristo. Amén.

MADRE DE MISERICORDIA



Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor.

Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena felicidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa. 
Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver e El, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma. Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra. Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, Amén.

SAN JUAN PABLO II